Publicado: 10/06/2008 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Laura G. Garmendia
¿Cuántas veces soñamos con lograr, ser o tener algo? ¿Cuántas veces esto sucede y se hace real y cuántas veces los sueños se quedan en ilusiones irrealizables?
Alguna vez Elías Walter Disney, fue un pequeño niño que vivió en una granja apartada de la ciudad. Por ser uno de los menores hijos de la familia, estaba exento de muchas de las labores del campo, y pudo disfrutar con su hermana menor una infancia espléndida, rica en juegos, divertida y muy despreocupada, dónde también desarrolló una afición especial por los trenes.
Quizá este pequeño niño jamás pensó que ya poseía en su colección uno de los trenes más fantásticos que puede tener un hombre y que se llama imaginación, transporte insustituible que le llevaría a crear grandiosas cosas, sino que también tenía otro tren sumamente poderoso y mágico llamado voluntad, tren sin el cual jamás hubiese podido transportar lo imaginado, a la realidad.
A pesar de que poseía una habilidad estupenda para crear e inventar historias, Disney fue rechazado de varios trabajos, y en alguna ocasión se le dijo que no se le admitía por “no tener imaginación”. Se sabe que no fue tampoco un buen estudiante, y que de hecho se quedaba dormido en clases, y sin embargo, gastaba su tiempo más entretenido haciendo historietas para el periódico escolar en el cual participaba.
Se dedicó a repartir periódico algún tiempo, no sin dejar a un lado su gran pasión que era dibujar. Su empeño lo llevó más tarde a poner una pequeña agencia de publicidad junto con otro dibujante, pero tuvieron que cerrar al poco tiempo por que los clientes eran escasos. Disney parecía perder una vez más, pero quizá lo que para cualquiera resultaría una pérdida o un motivo para “dejar el asunto por la paz”, para Disney sólo significaba una prueba más; dentro de él algo se fortalecía.
Así que más tarde pudo abrir nuevamente y con algún esfuerzo su propia agencia, en dónde realizó algunos cortos de cuentos de hadas y algunas otras historietas, pero la realidad parecía insistir en lo contrario, pues el dinero no fluía, y al poco tuvo que cerrar una vez más lo que apenas comenzaba. Así que después de filmar la animación de Alicia en el país de las maravillas, se declaró en banca rota.
¿Qué hubieras hecho tu? ¿Dejabas tu sueño o seguías insistiendo? (Sigue en segunda parte)
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
Acerca del autor