Publicado: 23/11/2007 - Actualizado: 19/12/2019
Autor: Laura G. Garmendia
Querer curarse y tener salud es algo común a todos nosotros. Todos quisiéramos curarnos en un instante, deshacernos de aquello que nos molesta, duele, de aquello que nos impide movernos como queremos o aquello que no nos permite que hagamos determinadas cosas. Sin embargo, parece que muchas veces no se alcanza a comprender que, en el fondo, una cura rápida implica precisamente eso, una cura rápida, es decir, un resultado rápido.
La mayoría de los remedios y medicinas que prometen curarse en un instante, que mañana quitaran la gripa, o que la tos se desvanecerá en un instante, o que en una semana verás los resultados, en el fondo lo que hacen estos productos es actuar directamente sobre el síntoma, es decir que apagan el malestar, lo duermen, lo anestesian un rato, y entonces nos sentimos bien, al poco rato de tomarlos ya tenemos más ánimo y seguimos con nuestra vida cotidiana, parecieran muy efectivos más, sin embargo, al rato volvemos a recaer, nos acordamos de algo que nos “funcionó” y volvemos a consumirlo, quizás con un poco más de demanda, pues muy probablemente la recaída resultó más severa y hay que tomar “más”.
Curarse con equilibrio
Pero una salud duradera no tiene que ver nada con un medicamento. La salud duradera tiene que ver, precisamente, con un remedio duradero, con un equilibrio en todos los aspectos que involucra el ser humano. Por lo general las enfermedades delatan que el organismo necesita atención importante, que hay órganos debilitados, que hay intoxicación, que algo no está respondiendo de forma armónica y natural. De nada sirve tomar un remedio pasajero si mantenemos una actitud de vida igual y no erradicamos aquello que causa el desbalance. Enmudecer al cuerpo con remedios rápidos tan solo provocará que a la larga se generen innumerables padecimientos de todo tipo, además de que esta anulación de los síntomas (sin consideración al lenguaje del cuerpo, que lo que quiere es que hagamos consciencia de alguna actitud que nos está dañando) provocará además que se deriven enfermedades cada vez más agudas, crónicas y muchas veces el deterioro es tal que se requiere un cambio prácticamente drástico en todo un modelo de vida si acaso se busca restablecer la salud.
Volver al punto escencial y hacer consciencia de lo que es realmente una enfermedad nos obliga a considerar no solo un bienestar pasajero, sino todos nuestros hábitos, nuestras culpas, nuestras formas de actuar y sentir. ¿Cómo puede esperar alguien salud constante si no cambia lo que está provocando el daño? Y no importa realmente lo que se haya hecho o acumulado en el cuerpo, si uno es realmente consciente de esto y tiene la intención de participar en su enfermedad buscará nuevas alternativas, pues basta cambiar aquello a lo que el cuerpo no está respondiendo correctamente y sustituirlo por aquellos hábitos que le hacen ganar salud para que no haya siquiera que buscar estar bien, pues la armonía del cuerpo es su estado natural. Hay que recordar, como dice el Dr. Jensen, que la salud se gana y se aprende. Este es principio fundamental para curarse.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 19/12/2019
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