Publicado: 27/07/2012 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Laura G. Garmendia
El suicidio es algo que puede parecer poco comprensible, confuso y muy doloroso para aquellas personas que lo atestiguan, ya sean familiares, amigos, conocidos, etc. A veces es difícil ver las razones del por qué alguien opto por irse o huir de este mundo, o cómo es que la persona no encontró la forma de gozar, disfrutar o entender cómo vivir, sobre todo cuando tenia talento para algo, o tenia amigos, etc.
Sin embargo, a pesar de que el suicidio pudiese ser una experiencia poco grata y difícil de comprender para quienes la atestiguan, quizá haya algo valioso que podamos encontrar en esta experiencia.
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¿Por qué existe el suicidio?
Se sabe que una de las razones principales de los suicidas es la depresión, la cual muchas veces está mezclada con emociones como la ansiedad y fuerte irritabilidad. En algunos casos, también puede haber ciertos problemas mentales. Las personas que se suicidan por lo general están rodeadas de un ambiente familiar depresivo, quizá ausente o superficial y/o con un pobre entendimiento espiritual, con lo cual debe entenderse con «espiritualidad» no con el hecho de cumplir con ir a la iglesia o hacer rezos o prácticas rituales religiosas, sino la espiritualidad desarrollada en el sentido de conocerse y entenderse a sí mismo, madurando una valoración personal profunda que pueda enseñarse y transmitirse a los niños y jóvenes. Cuando el ambiente que rodea a la persona es pobre en espiritualidad esta podría ya sea empujarse con gran voluntad a encontrar un sentido a la vida y a su existencia o, por el contrario, acentuar carencias o confusiones interiores profundas que hacen que la vida, con el tiempo, vaya pareciendo más pobre, fría, ausente y con poco sentido.
Cuando alguien no está a gusto en la “fiesta”, lo que quiere es irse
La falta de verdadera alegría, de sentido profundo y de conexión real con la vida es lo que lleva poco a poco a una persona a pensar en la posibilidad del suicidio. Cuando alguien no está a gusto en la “fiesta”, lo que quiere es irse. Nadie que este disfrutando realmente algo querrá dejarlo. Sin embargo, es muy probable que la persona que está pensando en dejar esta vida busque antes de irse la manera de disfrutar o entender esta vida a la cual no encuentran sentido. Quizá esta búsqueda de sentido está incitada por el mero impulso natural de supervivencia que todos tenemos, y la supervivencia no sólo está conectada con comer y respirar, sino también con un alimento afectivo o espiritual, el cual parece el principal motor de la vida de las personas. Cuando se carece de esta conexión con el alimento esencial, entonces se empieza a padecer ansiedad, irritabilidad, depresión, rondan pensamientos pesimistas que van acorralando a la persona si esta no encuentra una salida.
Conectar con lo esencial
Cuando la persona se siente atrapada o incapaz de conectar con lo esencial, quizá empiece por recurrir a alternativas para conectarse y disfrutar la vida, como las adicciones, que son un medio rápido de sentirse “vivo” y con gozo, ya que estas segregan sustancias en el cerebro que propician los estados placenteros y los estados de conciencia alterados que pudiesen reemplazar en la persona la conexión “espiritual” tan anhelada.
Por otro lado, podría ser que la persona que no encuentra gozo o “electricidad” en la vida se vuelva cada vez más tímida, retraída, resentida, ansiosa, apartada, etc. incluso pudiese ser que se refugiara en estudios o lecturas intelectuales en su búsqueda de conexión con la vida, pero si estas lecturas no logran despertarle un sentido esencial en la vida, o la persona simplemente es incapaz de conectarse por problemas mentales, entonces la cosa se complica y agrava, las palabras solo pueden enredar mas a la persona en filosofías que anudan su entendimiento, llevando a la decisión final del suicidio.
¿Valentía, cobardía o egoísmo?
Pensar en el suicidio puede no ser algo fácil: hay quienes dicen que se requiere valor para suicidarse, hay otros que piensan que es cobarde huir de la vida y no enfrentar los problemas, mientras que otros dicen que es debilidad de carácter, egoísmo exagerado o una actitud acentuada de víctima o incluso de «venganza» por lo que no pudieron darnos los demás para hacernos felices. Quizá para otros sea un “pecado”, mientras por otro lado hay quienes piensan que simplemente uno puede escoger (haciendo uso de su libre albedrío), si esta fiesta de la vida le gusta o no, y que se tiene el derecho de realizar el suicidio cuando así se desee.
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Culpa
Cómo sea, quizá no sea fácil para un suicida tomar esta decisión. Pero cuando lo hace, entonces quedan preguntas para quienes atestiguan dicha experiencia. Quizá se piense: “¿Cómo hubiéramos podido ayudarle?” “¿Qué cosa no se hizo o hicimos?” “¿Por qué lo habrá hecho?”. Esto puede traer sentimientos de confusión, dolor y hasta culpa, sobre todo para las personas más cercanas.
Sin embargo, más allá de llorar y desahogar el dolor y ponernos a reflexionar un poco en lo que sucedió, o hacer juicios previos del “por qué lo hizo”, podríamos valorar la idea del por qué nos tocó relacionarnos con un suicida, partiendo de la idea de que todas las experiencias que nos suceden pueden acercarnos a algo grandioso si las aprendemos a ver con un entendimiento más amplio.
Ver que alguien se provoca deliberadamente la muerte no es algo que nos guste escuchar. ¿Por qué no nos gusta? Porque nos habla quizá de profunda tristeza, de confusión, de dolor, de incapacidad. Nos habla de que esa persona que ya no esta no encontró la magia, ni la alegría, ni la esperanza o sentido en este mundo.
¿Qué podríamos haber hecho nosotros para evitar el suicidio?
Quizá no mucho si no sabemos o hemos encontrado la magia, el gozo y la diversión o profunda espiritualidad en nuestras vidas. O quizá, aunque sepamos disfrutar la vida y nos sintamos en una búsqueda honesta, no hubiésemos podido llegar a esa persona que se fue, porque ella simplemente tenia un camino único en el universo por recorrer o vivir, esa fue su elección de vida, esa experiencia es una, entre infinitas que hay, para probar todos los caminos que necesitaría encontrar alguien para llegar a donde verdaderamente desea. A la luz de la eternidad, ningún camino es «ni malo ni bueno». Simplemente es.
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Mensaje de amor
Podríamos aprovechar, por otro lado, y como espectadores de la vida que nos rodea, si nuestra propia espiritualidad o filosofía de vida nos llena realmente… ¿ha donde nos ha llevado hasta ahora? y si realmente lo que sabemos o nuestros conocimientos nos han hecho sentirnos libres, amorosos, amantes, comprensivos, compasivos, etc. Podria, además, ser buen momento para preguntarnos si no estamos evadiendo lo que sentimos realmente por estar metidos en un mundo de actividades, compromisos o superficialidad donde se le da mucho valor a la imagen, a la posición, a las estructuras de pensamiento social, a los pretextos para no cambiar, al uso superficial del cuerpo, de la sexualidad, de las personas que nos rodean, actitudes que nos dan placeres pasajeros y nos alejan de lo esencial, de conocernos, amarnos y valorarnos. Muchas veces nos negamos a ver lo que realmente somos o sentimos, porque esto nos exige cambiar y la responsabilidad de reconocer debilidades: de crecer.
Cierto es que valorar la hermosa y misteriosa vida que tenemos dentro y fuera de nosotros es un proceso de vida, de quererlo, de madurarlo dentro de uno: la espiritualidad es algo que se cultiva poco a poco, día a día.
Sin culpa
Darse cuenta del mensaje que puede estar dando esta experiencia a quienes la atestiguan, es quizá aprender a amarnos un poco más, a dejarnos más libres, a dejar de vivir en la superficialidad que tan solo alimenta un mundo hueco y sin sentido. Ser más honestos, más valientes y atrevidos con la vida, jugar más con ella, lo cual requiere dejar de culparnos y juzgarnos o juzgar a los demás, entender que siempre hacemos lo mejor que podemos y que la culpa tan solo sombrea nuestra capacidad de ir hacia la verdadera magia que hay dentro de nosotros.
Quizá no hubiésemos podido hacer mucho por el suicida, porque muchas veces, como se dijo anteriormente, no está en nuestras manos salvar a nadie de sus propias decisiones, de alguna forma el suicida necesitaba esta experiencia. Incluso, muchas veces el suicida se acerca antes a personas que pudiesen orientarle en una espiritualidad más profunda, pero muchos de ellos no admiten la enseñanza o la orientación, la rechazan, están enredados en sus propios juicios o prejuicios, o en sus incapacidades mentales (cuando la persona no puede ya razonar de forma coherente).
El sol sigue saliendo
Habría que aprender de la sabiduría de la naturaleza para poder entender experiencias como estas: el sol sigue saliendo desde hace miles de años a pesar de haber problemas, carencias, limitaciones, guerras, violencia, personas que mueren, etc. Incluso el sol sigue saliendo aunque pasen cosas atroces y muy terribles a nuestros parecer: el sol ni se inmuta, pareciera que “no le importara” el dolor o lo que sucede debajo de sus faldas de luz, y nuestros enojos y enfados, carencias y depresiones…. ¡Hasta pareciera quererlas alumbrar más! Tampoco las estrellas dejan de salir, ni el agua de caer de los cielos, ni el viento de soplar. Quizá porque la naturaleza sabe que nunca nada termina, que todo es transformación, que cada cosa tiene un porque a la luz de su sabiduría. Y aunque de momento no podamos entender las razones de este mundo que parece a veces “injusto” o “terrible”, hay algo dentro de nosotros que es sabio, que si lo sabe, y que espera que en cada experiencia que nos encontramos en la vida nos acerque a ser más grandiosos de lo que ya hemos sido.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
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