Publicado: 28/02/2011 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Laura G. Garmendia
Lo que no sabias de tu pasado”es que, mientras siga afectando tu presente, este no ha pasado y, por lo tanto, se convierte en tu presente. Laura Garcés
Esto significa que, si cuando aún te acuerdas de algo o alguien en tu vida, y este recuerdo te hace sentir deprimido, enfadado, frustrado, etc., o sientes reclamos o reproches hacia algo o alguien, entonces aún no lo has dejado “pasar”, es decir, que aun hace eco ese sentimiento o experiencia en el momento de ahora, y podría ser la causa que te este deteniendo u obstaculizando a realizarte o sentirte más libre.
El pasado no es pasado hasta que realmente pasa. Y mientras sientas culpa, nostalgia, dolor o sentimientos no agradables respecto a las experiencias que has vivido, por más cosas que hagas en el momento presente, estarás aun condicionando tu libertad, felicidad y realización.
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Concéntrate en el presente y no mires atrás
Muchos se nos dice que hay que concentrarnos en las cosas bellas y agradables de la vida y que no hay que voltear atrás. Y esto es cierto, siempre y cuando ya hayamos comprendido porque vivimos o experimentamos ciertas cosas en la vida. Si no hemos aprendido el mensaje de las cosas no gratas que vivimos, entonces la experiencia de algún modo estará en nosotros, se volverá esa “piedrita en el zapato” de nuestro andar, y aunque tratemos de ignorarla, evadirla, disfrazarla, etc., y hasta nos acostumbremos a traerla “dentro”, estorbando. Pero ésta tarde o temprano se hará evidente, quizá cuando “nos duelan los pies” al caminar en la vida, o cuando sintamos que algo nos estorba o no nos deje sentirnos realmente felices, a pesar de lo que hagamos y realicemos.
Si hay días en que no te sientes bien y no sabes “por qué”, o si por más que tienes no te sientes a gusto, o te cuesta lograr cosas en la vida y avanzar, es que seguramente hay cosas que has vivido y que no has resuelto o dejado ir, es decir, que no has escudriñado el mensaje que te ha querido dar el dolor, el enojo o cualquier emoción no placentera que has sentido.
¿Cómo dejar ir lo que te hizo sentir dolor, culpa, reproche, etc.?
El primer paso para que hacer de una experiencia algo pasado, es aprender a ver que todo lo que hemos vivido ha sido con el motivo de engrandecer nuestra comprensión. No se trata de querer ver siempre “lo positivo” ni de engañarnos a nosotros mismos con frases que solo perfuman el dolor o los sentimientos de enojo, depresión, etc. No se trata de querer salirse desesperadamente de una vida “pasada” ignorándola, o fingiendo que no nos importa, o justificándola con un razonamiento evasivo.
Para que lo pasado empiece a ser pasado, hay que aprender a observarlo, a no juzgar lo que hemos vivido y sentido, a dejar de pensar “como hubiera sido”, pues esto solo causa más resistencia a ver realmente lo que hubo. Si no se ven claramente las cosas como fueron, y se llora o se desahoga el sentimiento que provocaron, entonces no puede haber liberación ni aprendizaje. Es necesario, entonces, aprender a desahogar bien el enojo, el llanto, incluso la agresividad sentida, y hablarnos con franqueza, aceptar lo que nos duele, reconocer como nos percibimos y como percibimos la situación, expresarnos abiertamente lo que nos hubiera gustado decir o hacer, o como nos hubiera gustado que el otro o la otra se comportara.
El desahogo es el paso básico para empezar a dejar ir lo que ya no tiene por que afectar el presente. Muchos problemas de relaciones, de economía, salud, etc., se originan porque las personas no se desahogan con verdadera sinceridad, no expresan su llanto ni su ira, tratan de controlar demasiado lo que sienten, y esto genera una tensión severa dentro del cuerpo.
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No se puede controlar uno toda la vida, y tarde o temprano saldrán a flote todas aquellas cosas con las que aún no estamos en paz. Aprender a dejar ir es aprender a reconocer, además, que nadie ni nada tiene porque hacer, decir o pensar lo que a nuestro criterio es mejor. Las personas, así como nosotros, son libres de pensar, actuar y elegir la forma en cómo desean vivir.
Si nosotros nos sentimos agredidos, ofendidos, desplazados, ignorados, maltratados, etc., está más en nosotros cambiar esa circunstancia que en el de enfrente o en el que nos hizo. Si nosotros no cambiamos nuestras actitudes y pensamientos hacia algo, entonces siempre lo vernos desde la misma perspectiva y nunca la experiencia se engrandecerá en conocimiento. Y entonces viviremos en el resentimiento.
Hay muchas cosas que una persona pudo haber vivido en el ayer. Y quizá esas personas que nos hicieron alguna vez sentir amargura, culpa, ira, etc., ya ni siquiera estén en este momento, quién sabe donde andarán, quizá muy felices y realizadas, quizá no sepan siquiera todo lo que aun nos provocan. A ellas quizá no les afecta nuestro enojo, quizá ni se acuerdan “de lo que nos hicieron”. Pero a nosotros si nos afecta.
El poder de tu felicidad
Mientras le des el poder al otro de tu felicidad, entonces no podrás ser feliz. Mientras digas: “por su culpa”, mientras pienses: “es que no me dio, me dijo, me hizo, etc.”, tu felicidad dependerá de alguien o algo más. Serás la víctima y siempre habrá un villano. O te convertirás en un villano cuando trates de desquitar tu enojo con quien no ha tenido nada que ver.
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Así que, si deseas recobrar el poder de tu alegría y libertad, después de desahogarte bien y reconocer abiertamente todo lo que sientes acerca del ayer, entonces, ahora sí, enfoca tu mente en lo que deseas y anhelas, y verás como las cosas resultan más fáciles y la vida y sus regalos fluyen más rápido.
Entre más feliz seas menos tendrás que reclamar o reprochar, y más completo y realizado te sentirás. Y si llegas a ser muy feliz, quizá hasta llegues a comprender a los que te “hicieron daño”, quizá en el proceso de hacerte feliz hasta comprendas para que sirve el daño y el dolor en este mundo, y te des cuenta que lo único por lo que un ser humano puede dañar al otro es por la falta de alegría y satisfacción personal. Una persona infeliz jamás podrá dar felicidad, pero una persona feliz puede desbordarse y dar siempre algo, sin sentir que se queda sin nada. Así pues, pedirle, exigirle y reclamarle a alguien la felicidad es absurdo, es como pedirle a una cubeta vacía, agua. Nadie puede dar lo que no tiene, así que de suerte, si aprendes a ser muy feliz, puedas llegar con tu “peor enemigo” y estrecharle un día la mano, y podría ser que hasta te animaras a ayudarle a ser un poco más alegre y dichoso en su vida.
Cuando des sin que sientas que pierdes algo, cuando sientas que ya nadie te debe nada, entonces estarás en paz con lo que fue, y por fin estarás viviendo solo en el momento presente, el momento de más poder, porque a partir de este momento se crean las realidades más grandiosas de la vida, cuando ya nada de lo que fue eclipsa tus sueños y anhelos.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
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