Publicado: 03/08/2008 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Laura G. Garmendia
Se encontró con alguien que sabia leer la mano. Ella sintió desconfianza, pero no se opuso cundo aquel le pidió su mano para leerla. Le dijo cosas realmente opuestas a lo que alguna vez alguien le dijo y esto le causó, primero, una negación, pensó que era un tipo loco, pero luego de que las palabras le rondaban por su cabeza, sintió cierto desconcierto durante algunos días, se sentía “desencantada”, había duda y confusión en su corazón, ¿y si aquel tenía razón? y comenzó a tener un poco de temor por lo que aquel le había predicho.
Sin embargo, la magia ya estaba echa. Al poco rato de aquella lectura pesimista, ella recibió una gran fortuna, su vida cobro un sentido realmente abundante, cosas formidables empezaron a sucederle, y una vida de cuento fantástico, me contaba ella, se quedaba corta. Ella había comprendió, después de algún tiempo, el poder del pensamiento, y cómo tarde o temprano la mente manifiesta aquello en lo que está enfocado. Decidió creer en lo que ella si quería, y no en lo que no quería, lo había comprobado, había una evidencia clara a su alrededor, y eso era consecuencia de su pensamiento enfocado durante algún tiempo, así lo había sentido, así lo había soñado. Ella no sólo obtuvo una vida formidable sino una mente maravillosa que le daba una personalidad realmente mágica.
Me explicó aquella tarde el hechizo que causan las palabras que escuchamos cuando crecemos, y como el ser humano puede debilitar o fortalecer su vida tan sólo con los pensamientos que piensa respecto a ella y a si mismo. Muchas personas alrededor nos contaminan con pensamientos demasiado triviales y carentes, con muy poca fuerza y calidad, nos hacen sentir que no merecemos, que la cosa no está en nuestras manos, que nuestro gozo depende de muchas cosas. Ella entendió un secreto que antes en las escuelas de sabiduría se le otorgaba tan sólo a los privilegiados, un secreto que ahora ya se empieza a descubrirse ante todos: hay que enfocarse más en lo que uno quiere, que en lo que uno ve.
Y lo que hacía con su hija era una cosa muy simple: la mamá estaba educando a su pequeña para gozar, la estaba educando a la alegría, a disfrutar, y la pequeña realmente tenía una mente despreocupada de lo trivial y enfocada en la magia de la vida, la pequeña sabía que había nacido para gozar lo realmente importante, el presente y lo que en el había, al fin que todo lo demás ya esta resuelto. Ella sabia una cosa: tenía la mano de todas las fortunas.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
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