Publicado: 19/03/2011 - Actualizado: 14/02/2019
Autor: Miriam Reyes
Dándole vueltas a la velocidad con la que se nos pasan los años a medida que nos hacemos mayores, empecé a pensar que, últimamente, también las cosas cambian aceleradamente a nuestro alrededor. El amor, la cultura, los roles, el trabajo, los valores….
La sociedad en la que vivimos se transforma rápidamente; la forma en la que nos relacionamos con la familia, amigos y compañeros de trabajo , con los alimentos, con la naturaleza, con la información y con nosotros mismos es radicalmente distinta a la que existía hace tan sólo 50 años.
Hoy, nuestro papel como productores y consumidores de bienes crece exponencialmente y la dependencia entre ambos y nuestro éxito personal es irremediable. El individuo permanece, cada vez más, inmerso en un mar de cambios que intenta asimilar para mantenerse firme y flotar lo más seguro posible. Y, aunque el número de personas y lugares con los que interactuamos en el presente es mayor que el que nuestros padres han tenido la oportunidad de conocer, la profundidad de estas experiencias es notablemente menor; pues nuestro auténtico yo permanece más aislado y alejado del espectro social que nunca.
Intenta contar algo que realmente te preocupe a cualquiera que saludes diariamente en tu oficina y sabrás de lo que te estoy hablando.
Ante estas reflexiones me paré a pensar en cómo, pese a todo, la concepción del amor sigue siendo prácticamente la misma hoy que la que describía, por ejemplo, Emily Brönte en Cumbres Borrascosas o Alfred Hitchcock en Rebecca.
¿No es posible que haya una descompensación creciente entre la clásica idea romántica del amor que todavía intentamos alcanzar en nuestras vidas y la distancia interpersonal que vivimos día a día, regida por estándares de normativización comunicativa y claves de eficacia socio-económica?
Todos queremos que nos amen por aquello que guardamos en nuestro interior y que nos hace únicos pero ese interior se ubicará más y más profundamente en el futuro, si todo sigue como hasta ahora.
Buscando soluciones a este rompecabezas, recordé lo que Nolan y Johnson planteaban en su novela La fuga de Logan, al igual que muchos otros autores de ciencia ficción que esbozaron futuros sorprendentemente parecidos a nuestro mundo actual: el amor, una vez imposible de encontrar en la calle, es brindado por la tecnología.
¿Crees que la tecnología cambiará para siempre la forma en la que nos enamoramos?
-
MAS EN SALUD NATURALComprender un poco más (segunda parte), cambiar, renovar...
Posiblemente esto sea poco para lo que realmente está por venir.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 14/02/2019
Acerca del autor