Publicado: 24/07/2009 - Actualizado: 16/02/2020
Autor: Laura G. Garmendia
Hablar del poder de la palabra es hablar del poder del silencio. El arte de guardar silencio es una práctica que conocen a profundidad los sabios y grandes maestros de algunas religiones y culturas, aquellos que entienden que la energía sonora representa también un medio creativo poderoso (1).
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Cómo utilizamos las palabras
La palabra es, sin duda, la conclusión de todo lo que pensamos, sentimos y entendemos. Saberla usar es más que simplemente ponerse a decir cosas elocuentes o brillantes. Nos han enseñado que la palabra es un medio útil para comunicarnos con los demás, pero poco sabemos sobre cómo emplearla creativamente y cómo hacer que sea un medio de apoyo que integre y de fuerza a lo que anhelamos crear en nuestras vidas.
Usamos la palabra durante el día con muchas finalidades: para explicar, pedir, defendernos, dar nuestro punto de vista, expresar lo que sentimos y pensamos. Sin embargo, cada vez que de nuestra boca sale algo, estamos enviando esa energía a nuestro mundo, y estamos haciendo que determinada energía (con la que está cargada la palabra) participe en él.
¿Que és la programación neurolingüística?
La programación neurolingüística (PNL) nos enseña algo interesante: sostiene que todo comportamiento es resultado de la actividad neuronal y su interacción con el cuerpo. La lingüística, por otro lado, habla del estudio de los sistemas de comunicación.
Uno de los presupuestos de la programación neurolingüística es que podemos influir nuestro mundo a partir de la organización de nuestra palabra, la cual representa un poderoso mapa para guiar nuestras vidas.
Siendo tan importante la palabra en nuestro mundo personal, no debemos robarle atención, debemos aprender a escuchar, sobre todo, a nosotros mismos, lo cual requiere de que hagamos momentos de silencio para prestar oído a lo que decimos, cada vez que decimos y pensamos (2).
El buen uso de la palabra
A la palabra hay que focalizarla en lo que queremos, y evitar que se “desparrame” hacia donde no queremos o hacia lo innecesario. Hay muchas formas en que la energía de nuestra palabra pierde concentración: cuando decimos cosas como “¡está súper!” , por ejemplo, hay una fuga de energía. Por otro lado, cada vez que expresamos cosas como: “¡Qué mal anda todo”, “La vida esta para llorar”, “Estoy lleno de problemas!”, “Soy un desastre, un tonto, un imbécil…!”, etcétera, estamos, por un lado, hablando cosas innecesarias, y por el otro estamos guiando con dicha intencionalidad los rieles de nuestra palabra (3).
Hay que aprender a guardar silencio cuando no sea necesario hablar, decir las cosas de una forma concreta y clara, y cada vez que vayamos a expresar algo, lo mejor es detenerse unos momentos antes de hablar para darnos cuenta de si lo que vamos a decir es realmente necesario.
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Guardar silencio forma parte de saber hablar apropiadamente, al hacerlo, la palabra cobra más fuerza, será mejor escuchada y, una vez acogida, más valorada.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 16/02/2020
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