Publicado: 01/04/2008 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Laura G. Garmendia
La importancia de hacer valer lo que queremos es tan importante como la de hacer valer lo que no queremos, el saber decir no. Muchas veces vivimos atrapados en una personalidad que no nos permite actuar libremente: por miedo, por que no sabemos otra forma de resolver una situación, porque existen conflictos emocionales guardados y no entendidos. Nuestra personalidad es tan libre como vamos comprendiendo mejor las situaciones de la vida, en especial, a nuestras emociones.
La sociedad impone muchas formas de vivir, y la forma en cómo fuimos educados muchas veces nos aleja de lo que nosotros sentimos auténticamente y nos mete en posturas un tanto artificiales y superficiales, no dejándonos explorar lo que realmente sentimos y queremos: “Debes de…” “Esto no está bien, lo mejor es que…” “deberías de ser más…” “Estuvo mal eso que hiciste…” Con el tiempo, la personalidad puede volverse un tanto mecánica y fría la comunicación con nosotros mismos, porque estamos más enfocados en buscar la aceptación y el agrado de los demás que nuestra auténtica satisfacción y libre actuación.
Decir lo que se siente
El no poder decir lo que realmente se quiere, el no actuar de la forma que más nos apasiona y entusiasma, se debe a que no hay confianza en uno mismo. Hay inseguridad de hacer o decir, de imponerse con fuerza, por que se teme, en el fondo, el rechazo y la desaprobación. Al estar acostumbrados y, de alguna forma, educados a vivir en base a la aceptación de los demás, nos mantiene jugando papeles que a la larga lo único que provocan es un distanciamiento con nosotros mismos, distanciamiento que ocasiona un sinfín de consecuencias entre las cuales está el desánimo por vivir, la falta de entusiasmo y la soledad.
Cuando se trata de complacer a todos, menos a uno mismo, estamos debilitando, además todo nuestros sistemas, nuestra energía y vigor, además se generan toda clase de tensiones, estar a la expectativa del que dirá el otro y como reaccionará, estar a la defensiva por si hay rechazo o reprobación, es estar en una constante alerta que tensa los músculos, y estas tensiones se van acumulando en distintas zonas del cuerpo, mismas que, a la larga, degeneran en todo tipo de enfermedades.
Aprendiendo a decir no
Seguir “actuando” y jugando ciertos papeles es necesario mientras no se vaya poco a poco estableciendo una reflexión y comunicación más profunda con uno mismo. No se trata de ser impulsivamente emocional y simplemente hacer “lo que primero sentimos”. Se trata de ir reflexionando y preguntándonos el porque hacemos determinadas cosas, y como podemos decir que no amablemente y aprender a decir con dulzura y respeto lo que si queremos. Se trata de ir teniendo cada vez más fuerza y seguridad, creatividad e inteligencia, para dirigirnos hacía a donde realmente nos sentimos satisfechos, y si acaso esto no le gusta a alguien, tener la comprensión de entender, más no por esto detener nuestro verdadero y auténtico movimiento. Decir no de una forma tranquila y sosegada puede no ser fácil. Y muchas veces elegir lo que anhelamos resulta que nos pone en un camino un tanto difícil o solitario. Pero la recompensa de la satisfacción profunda, de ser auténticos, vale en todo momento la pena. El equilibrar nuestras emociones y sentimientos redundará en una mayor salud.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
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