Publicado: 25/04/2010 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Laura G. Garmendia
¿Para dónde te vas? ¿A la izquierda o a la derecha? No siempre es fácil tomar decisiones porque sabemos que estas influyen, determinan y transforman nuestra vida. Muchas veces nos cuesta saber que será lo mejor o más conveniente, nos cuesta decir “si” o “no”, no sabemos si “azul” o “rojo”, si para “allá” o para “acá”, si irse o insistir, si “melón” o “sandía”.
La vida parece un interminable signo de interrogación que plantea a cada momento disyuntivas. Una disyuntiva es tener enfrente un camino que se abre en dos. ¿Cuál? ¿Qué? ¿Por dónde? ¿Cuántas veces hemos tenido estas preguntas en mente? y ¿Cuántas veces a muchos les cruza por la cabeza el qué hubiese pasado si “me hubiese ido por el otro camino”?
Uno nunca podrá saber que hubiese pasado si hubiésemos tomado el “otro camino”, porque en este mundo material nada más es posible experimentar una realidad a la vez, no podemos ser rojo y azul al mismo tiempo. Y aunque es cierto que si podemos permanecer entre uno y otro, es decir, entre “rojo” y “azul”, por ejemplo, no es muy conveniente esta indecisión, pues entonces nuestra realidad seria una especie de batidillo: algo poco definido, ni acá ni allá, mucho jaloneo y desgaste sin resultado favorable.
Es por eso que es tan importante considerar que ser alguien que sabe decidir es muy valioso y poderoso para crear la vida, saber elegir es indispensable para forjar un carácter que siembra cosas grandiosas y puede llegar y llevar a la vida a nuevos destinos. Quien no sabe decidir se queda en medio, esto se conoce como mediocridad, es alguien que no puede avanzar ni cultivar porque no define para donde avanzar ni que cultivar. Permanece en medio.
¿Cómo empezar a decidir con confianza e inteligencia?
Imagina que llegas a comprar un boleto de avión y, al llegar a la agencia de viajes te preguntan ¿A dónde desea viajar? Y tu contestas: “no se”. Entonces te explican los destinos que hay, los costos, pero aun tienes indecisión: ¿Y que tal si elijo Tumbuctú y no me gusta? ¿Qué tal si voy para los andes y me pierdo de conocer Hawai? Y entonces decides mejor ir a la playa que ya conoces y que te gusta. Sin embargo, en la agencia te convencen de que tienes que atreverte a conocer diferentes destinos, porque esto te dará nuevas perspectivas. Y, aunque tu podrías haberles contestado que lo importante no es el destino, sino lo que haces y sucede en ese destino, te dejas convencer y compras boletos para un nuevo lugar. Total, de lo que se trata es de recrearte un poco.
Si bien pueden ocurrir cosas grandiosas en los destinos que ya conoces como en los que no conoces, es importante valorar lo que se siente cuando vas a decidir: ¿qué cosas estás antojado a vivir? Y luego, escuchar a tu corazón, que es la brújula que apunta lo que debes seguir.
Cierto que elegir un viaje puede no ser tan complicado como elegir una escuela, una pareja, un trabajo o una forma de vida. La decisión crece en dificultad a medida que sentimos afectará nuestra vida. Para aminorar la tensión que pueden provocar ciertas decisiones, es necesario no perder de vista, precisamente, lo que propone el corazón. ¿Cómo saber lo que propone el corazón? Sencillo. Observa que sentirías tomando la decisión que vas a tomar: Si esta te hace sentir admirado, satisfecho y te despierta cierta dignidad, entonces esa es la decisión que debes tomar. Si sientes que, tomando una u otra decisión, esta no te hace sentir satisfecho ni digno, o te hace sentir presionado o malhumorado, entonces es que, o estas tratando de complacer a alguien más con tu decisión, o es que no has profundizado mucho en las cosas que te hacen sentir digno, por lo que puedes estar tomando decisiones solamente para apaciguar un momento, es decir, tomas decisiones para calmar tu ansiedad, estrés o confusión, pero no con una visión clara y definida de lo que verdaderamente quieres.
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Muchas veces, tomamos decisiones para decorar o “llenar” el momento, o para no tener que hacer un esfuerzo que nos saque de nuestra comodidad. También tomamos decisiones tomando en cuenta las opiniones ajenas, las cuales ejercen buena presión sobre las personas de carácter frágil y poco definido. Tomar decisiones sin carácter provoca que elijamos cosas que muchas veces no nos harán sentir del todo bien, son decisiones frágiles que se rompen fácilmente y nos hacen sentir poco realizados: desmoronados.
Para evitar este tipo de decisiones es importante, siempre que vayamos a decidir, llegar al fondo de las razones que nos mueven a decidir. Si descubrimos que las decisiones están fundamentadas en las opiniones ajenas, en la comodidad o en el interés de simplemente llenar el momento, entonces debemos tener la fuerza para no dejarnos llevar y plantearnos otro destino. En realidad, ninguna decisión es hasta cierto punto mala o buena, porque cada una nos lleva a un lugar, y ese lugar se llama experiencia. Y la experiencia es lo que nutre el conocimiento. No importa cuantas veces hayas decidido cosas que no quieres o te gustaron, lo importante es no perder de vista las consecuencias y resultados. Así es como se gana sabiduría.
Recuerda observar las razones que te llevan a decidir algo: muchas veces las elecciones exigen nuevas formas actuar, de ser, y esto no es siempre fácil o atractivo, sobre todo cuando el mundo se nos viene encima por lo que decidimos. Sin embargo, si estas convencido de que lo que eliges es algo que te hará sentir orgulloso, realizado y admirado de ti mismo, no debes dudar en seguir esa corazonada, le guste o no a los demás.
Cada vez que decidimos algo, por pequeño que parezca, esto afecta de alguna forma nuestra vida. Podemos imaginar que, cada vez que elegimos tomar un rumbo, damos un empujoncito a una pelotita llamada “destino”, la cual puede moverse ya sea drástica o suavemente para un rumbo u otro. El éxito es el resultado de una serie de decisiones enfocadas y alimentadas hacia un determinado destino. Las decisiones son los pasitos que nos llevan a donde queremos, y si aun no sabes muy bien que es lo que quieres, entonces necesitas empezar a valorar que la vida no debe ser algo en particular, es una aventura creativa, puedes elegir el sueño que desees, pregúntate: ¿Qué estas antojado a experimentar? ¿Para que eres hábil? ¿Qué don te gustaría desarrollar y compartir con los demás? Y luego entonces, enfoca el resto de tus decisiones hacia allá.
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Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
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