Publicado: 03/11/2014 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Roberto Goltzman Boczkowski
¿Te quieres sentir bien pase lo que pase?…
Tenemos un cuerpo compuesto por aproximadamente 72.000.000.000 de células.
Las hay con diferentes funciones: algunas se contraen y expanden y forman los músculos, otras transportan oxígeno y conforman parte de la sangre, las hay que se mineralizan y componen los huesos y así transmisoras de electricidad, des-componedoras de alimentos, transportadoras de diferentes sustancias químicas, de unión, de reservar energía, de proteger, de aislar, reproductoras y muchas más. En total se cree que tenemos más de 200 células diferentes. Cada célula está gobernada por el cerebro. Es el que le indica cuándo, cómo, cuanto, donde y con quién actuar. Estas órdenes las da el cerebro de manera autónoma y/ o a voluntad nuestra. Por ejemplo, la orden para que haga que el corazón lata es automático e independiente (salvo entrenamiento específico y especial), en cambio para sujetar algo, el individuo mueve la mano y los dedos y provoca la contracción de determinados conjuntos de músculos a su voluntad y decisión. Al conjunto del funcionamiento cerebral podemos llamarlo mente. La mentalidad está conformada por el pensamiento, los recuerdos, las creencias, los valores (estos dos últimos creados y desarrollados desde nuestro nacimiento como “herramienta” de organizar la información que nos ofrece la vida), los deseos, la voluntad (hay quién le llama vitalidad) y más “cositas”; y nuestra forma de percibir un estado mental es mediante las emociones. Las emociones son nuestro mecanismo de percepción de una experiencia determinada ya sea actual o pasada, real o imaginaria, propia o ajena. Digamos, para entenderlo mejor, que las emociones son la manera que tenemos de darnos cuenta de cómo va nuestro mundo. Ya que el mundo es una cosa y el color con el cual lo vemos, otra.
Los hechos, las experiencias que vivimos están absolutamente determinados según la forma en que cada cual las interpreta y las vive emocionalmente.
Tomemos un hecho: una pareja se separa. Este hecho es vivido con diferente intensidad, duración, emociones por dos personas diferentes. Es más, una misma persona no vive una separación sentimental igual que otra; ¡y es el mismo hecho! Y más aún; cuando me separé de mi primera novia, Lucía, me quería morir. La vida no tenía sentido, ¡Estaba hecho polvo!; hoy, 35 años después, por supuesto que no siento lo mismo a pesar que el hecho sigue siendo el mismo y es que Lucía me dejó…
Las emociones que percibimos están muy condicionadas por nuestro carácter, nuestra experiencia de vida (creencias y valores), nuestra salud física, nuestra espiritualidad (fe, vitalidad, identidad). Claro que no podemos elegir cómo nos queremos sentir, sin embargo, cómo aprendemos a conocernos, cómo nos alimentamos y cuidamos nuestra salud y cómo evolucionamos como personas determina cómo nos vamos a sentir.
La triada Emociones-Cuerpo-Cerebro
Nuestro estado emocional ante cada circunstancia de la vida y especialmente las dificultades, es una consecuencia directa de nuestro auto conocimiento, de nuestra capacidad de gestión mental, de nuestro estado de salud física (alimentación, ejercicio, actitud).
Es decir: Emociones-Cuerpo-Cerebro están completa y permanentemente interrelacionados, son un sistema y cuando uno de ellos cambia los otros cambian también para mantener el equilibrio.
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Visto esto, si experimentamos un pico de tristeza intenso, por ejemplo, nuestra actividad mental se modifica y nuestra actividad corporal (celular) también para seguir equilibrados. A veces no lo percibimos y otras sí. La manera de percibirlo es mediante una modificación del funcionamiento orgánico (estreñimiento, diarrea, presión sanguínea alta/ baja, sueño alterado, disfunción sexual, sudoración excesiva, tensiones, etc.), otras veces ese conflicto emocional –al que asociamos por poner un ejemplo con “tristeza intensa”– se manifiesta a través de una enfermedad (un determinado sistema u órgano funciona mal) y también se puede expresar modificando un comportamiento de forma permanente o provisional (depresión, ansiedad, irritabilidad, apatía, cansancio, inapetencia, etc.)…
Es decir que, si te duele la cabeza, el cuello, las lumbares y/ o la barriga (por citar unos ejemplos de dolencias comunes) todo junto o por separado; es muy probable (salvo en casos de intoxicación o traumatismo) que previamente a la aparición del dolor hayas vivido una situación emocionalmente conflictiva de la que no eres consciente. Para resolver la molestia y los síntomas, a veces es suficiente con un “arreglo” químico –medicina- y a veces no. A veces es suficiente con un “arreglo” emocional –el factor des-estabilizante y otras no.
Muchas veces es necesario ambas, solo tu elijes el camino de tu vida y por dónde empezar a recorrerlo.
La Psicosomática Clínica Humanista, también llamada Biodescodificación, Bioneuroemoción, Bioreprogramación, Decodificación Biológica aborda el malestar orgánico –físico, psíquico y/ o conductual- desde este enfoque, buscando el origen del síntoma o enfermedad que percibimos.
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La relación entre las enfermedades y las emociones
En realidad, cuando nuestro organismo no funciona adecuadamente: sobrepeso, artrosis, insomnio, arritmia, cáncer, bronquitis, etc.; podríamos interpretar que nos está dando un mensaje que hay algo en nuestro estado de ánimo, en nuestra psique que no está bien, que no está en armonía. Este estado de ánimo desestabilizado, evidentemente del cual somos habitualmente inconscientes, genera a nuestro cerebro la percepción de peligro, amenaza, alerta. Nuestro cerebro tiene el programa, el encargo único de mantenernos con vida y, si percibe amenaza, reacciona para contrarrestarla.
Así, cuando por ejemplo una mujer que es abandonada por su pareja y lo recupera tras una conciliación, en los días posteriores al reencuentro su olor vaginal/ sexual se puede incrementar cómo medida de atracción. Su cerebro percibió peligro para la supervivencia de su generación (la abandona el macho elegido para reproducirse) y adopta una medida biológica para reparar y asegurar el peligro.
Es muy similar con diferentes síntomas o enfermedades.
Total, que cuando nos duele algo, por supuesto que hemos de tratar el dolor y evitar el sufrimiento. Si nos duelen las lumbares, acudimos al médico que nos receta la medicina correspondiente (habitualmente antiinflamatorios y analgésicos) y reposo, por ejemplo, y no deberíamos desechar considerar buscar ese factor emocional que hay detrás del dolor lumbar.
¡Alto escépticos! Un poquitín de crédito, ¡jajaja! …me quedé pillado de “los riñones” al levantar el saco de cemento…, estamos acostumbrados a pensar que un movimiento mecánico ha provocado una patología osteoarticular; podría ser, pero, ¿por qué en la zona lumbar entre la vertebra L3 y L4 precisamente? O ¿por qué ocurre a veces sin esfuerzo aparente? ¿Cómo es que pasa simplemente al levantarme de la cama? O ¿por una mala postura?…Si es posible…
Sin embargo, en todos los casos que se me han presentado, hay detrás del síntoma un factor emocional relacionado que, una vez evidenciado y tratado hace, muchas veces, desaparecer el síntoma. No es magia, es psicosomática.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
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