Publicado: 11/12/2009 - Actualizado: 13/10/2018
Autor: Laura G. Garmendia
Convertir la debilidad en fuerza es la principal misión de todo proceso educativo. No se debe confundir el término “educar” con el hecho de intentar que el niño o joven sea como nosotros queremos o a nuestra forma o conveniencia. Es importante, como principio básico, respetarlo como ser independiente y único, con capacidades y potenciales que anhela descubrir y entender a través de las experiencias diarias.
Cada niño es un adulto en potencia, ayudarlo a madurar significa ayudarlo a descubrirse a sí mismo, a pensar y considerar las experiencias desde una actitud reflexiva y que lo retroalimente. Ayudarlo a madurar no significa decirle lo que tiene que hacer y pensar, sino ser un medio de apoyo para que el joven descubra alternativas prácticas, inteligentes y creativas que lo motiven a pensar y resolver su vida de formas cada vez más grandiosas y favorables. Si lo vemos así, entonces podremos acompañarlo en tan importante descubrimiento, y podremos cultivar su seguridad, su pensamiento genuino, su creatividad, su ánimo para participar de formas creativas e importantes en su medio, así como a mantenerse interesado y con ánimo de realizarse personalmente. Lo convertiremos en un buen amigo de él mismo, y de nosotros.
Cómo padres, hemos hecho siempre lo mejor que hemos podido bajo nuestros mejores recursos. Sin embargo, entre más conocemos acerca de algo, más podemos engrandecerlo y enriquecerlo. Así pues, para criar niños y jóvenes seguros y realizados, es muy importante empezar por considerar los siguientes puntos:
Hay 4 aspiraciones básicas de todo ser humano:
1. Pensar por mí mismo y sentirme seguro e importante.
2. Contribuir de manera importante en mi entorno.
3. Influir en mis actos y decisiones.
4. Tener la capacidad de descubrir y usar mi inteligencia, creatividad y fuerza emocional en mi vida diaria y la de los demás.
Cuando alguna de estas aspiraciones se empieza a quedar rezagada o frustrada, entonces empiezan a haber una serie de actitudes por arte de los jóvenes las cuales sirven como mecanismos de adaptación y defensa hacia lo que nosotros consideramos valioso. Estas actitudes son:
• La rebeldía.
• La falta de seguridad en sí mismo.
• La falta de ánimo para hacer algo, apatía, desgano.
• La baja autoestima.
• La poca creatividad
• Inutilidad
• Resentimiento
• Lejanía o distanciamiento emocional.
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Es importante tener en cuenta que ninguna de estas actitudes está bien ni mal, son sólo formas que encontramos para responder a lo que no sabemos exactamente como responder.
A continuación se describen algunos tipos de personalidad en los adultos que no ayudan a fomentar ni cultivar las 4 aspiraciones básicas del ser humano.
CARÁCTER AUTORITARIO:
Características: el lenguaje es imperativo, se ordena, se impone, se manipula hábilmente para hacer que el joven haga lo que queremos, se chantajea, se condiciona.
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Consecuencias: el joven se siente acorralado, frustrado, va generando enojo, ira, lo que se convierte luego en rebeldía. La rebeldía es una forma en que se envían muchos mensajes de inconformidad hacia quienes nos rodean: “Quítate de mi camino” “Yo puedo hacerlo sin ti” “Yo valgo por mí mismo” “No me dejas crecer” “No me estas ayudando a madurar” “No me dejas descubrirme”, etc. Cuando alguien siente que algo o alguien le impide ser valioso o sentirse importante y capaz, nace la rebeldía.
Si la situación sigue afectando y no se resuelve nada con la rebeldía, o si rebeldía genera más autoritarismo o incluso tirania, entonces nacerá la distancia emocional, el niño no quiere entablar contacto afectivo con aquello que le representa una barrera para su desarrollo, así que se refugiara en actitudes desafiantes o en grupos de amigos donde se sienta acogido e importante, “a la par” de sus situación. Si la actitud autoritaria persiste o se vuelve hostil, y el joven no encuentra la forma de darle solución a este sentimiento de frustración, podría tener sentimientos de huida, o se puede llegar a crear fuertes resentimientos que conllevaran a la violencia (fuga de ira reprimida), o al refugio de las drogas o placeres superficiales para calmar el dolor interior.
CARÁCTER INDULGENTE:
Características: se perdona fácilmente, no se pide explicación, paso por alto conductas o cosas que no me gustan o no quiero, mentalidad de “todo esta bien”, intento ser “bueno”, poner limites o decir las cosas con franqueza me hace sentir culpable.
Consecuencias: mis acciones no tiene consecuencias, no se fomentan límites interiores, irresponsabilidad, inseguridad, baja autoestima, poca valía de las cosas y personas, falta de interés, desánimo, apatía, no hay motivación, no hay autocontrol ni autodisciplina, no se cultivan límites interiores.
Los niños que crecen en un ambiente de indulgencia son por lo general superficiales, caprichosos, demandantes, con poco criterio, pierden el respeto porque no tienen la noción del valor.
CARÁCTER “SUPER PAPÁ”
Características: padres o adultos que rescatan a los niños frecuentemente de situaciones cotidianas, o que se alzan por encima de las capacidades del joven con actitudes como “yo te explico”, “yo te resuelvo”, “yo te ayudo”, “yo lo hago por ti” “yo te compro” “yo te doy” ó de “ ¿En qué cabeza cabe? ¿Cuántas veces te he dicho? ¿No sabes? ¿Qué no piensas?”
Consecuencias: Este tipo de carácter realmente rezaga y espanta la capacidad del joven a pensar, discernir, participar, colaborar, etc., Se arrinconan las aspiraciones del joven a cambio de que el adulto queda como figura importante. Una de las conclusiones a la que se llega con la indulgencia es “¿Qué haría yo sin los demás, sin los adultos?” “Lo que yo soy no es importante”. Esto crea niños rezagados, con poco carácter, les cuesta tomar decisiones, les cuesta comprender cosas elementales en la escuela, les crea un sentimiento de inutilidad.
Cómo empezar a hacer un cambio edificador en el carácter
Hay muchas cosas que se pueden hacer para empezar a transformar una relación entre el papá y el niño o joven. En realidad, no hay nada que podamos combatir ni arreglar allá afuera si no empezamos por tomar nuevas actitudes nosotros mismos: a nuevas actitudes, nuevas reacciones. No se pueden estar mezclando los mismos ingredientes y esperar un mismo resultado. Es necesario empezar a poner en practica nuevas conductas y enfoques, y entonces, como por arte de magia, empezaremos a ver que lo de “allá afuera” (nuestras relaciones o experiencias) se transforman y enriquecen.
El lenguaje es muy importante para ayudar al niño o al joven a explorarse a si mismo. Aquí una lista de las frases que son barrera y las frases que ayudan a edificar el carácter positivo del niño.
PALABRAS BARRERA:
Levanta, recoge, tienes que, ¿en qué cabeza cabe?, ¿no te he dicho qué?, ¿cuántas veces te tengo que decir?, ¿no sabes?, eres un grosero, eres un tonto, eres un desconsiderado, tienes que, déjame te explico, etc.
PALABRAS EDIFICADORAS:
¿Cómo crees que se vería tu cuarto ordenado? ¿Me ayudarías con esto? ¿Cómo crees que se sentía tu amigo cuando le dijiste eso? ¿Cómo crees que me sentí cuando te vi haciendo eso? ¿Qué crees que hay que hacer ahora que has reprobado? ¿Qué piensas es mejor para que esto no vuelva a suceder? ¿Qué opinas si le decimos a papá? ¿Por qué crees que eso es importante? ¿Qué sentirías si alguien te dijera lo que le has dicho a tu maestra?
El lenguaje de exploración es sin duda muy poderoso, pues ayuda al niño a indagar en lo que siente. Es importante que, al hacer estas preguntas, no se espere encontrar algo definido, se deben de hacer con el ánimo de que el niño simplemente reflexione y considere, nos sorprenderemos como ellos pueden llegar casi a las mismas conclusiones que nosotros pretendemos o esperamos, incluso, ¡aprenderemos de ellos!
Es importante que se enseñe a través de la causa y efecto, de manera de hacer responsables a los niños y jóvenes desde pequeños que cada cosa que hacen o dicen genera consecuencias, y que estas consecuencias muchas veces exigen responsabilidad. Hay que dejar que los niños experimenten las consecuencias de sus actos pero sin el barniz convencional de que “eso estuvo mal”, pues esto creo culpa y un sentimiento de inseguridad fuerte. Lo mejor, en vez de amenazarlos, castigarlos o reprobarlos, es decirles: “Bien, ya pasó esto, ya lo hiciste. Ahora, ¿qué propones para resolverlo?» Esto los hace responsables; la culpa no. Los insultos y amenazas no sirven tampoco, sólo crean frustración e inseguridad. Hay que ayudarles a que piensen en cómo resolver lo que han hecho, a que consideren, a que sientan lo que los demás sienten cuando hacen algo, y a buscar formas creativas para solucionar de la mejor forma posible.
El tono de la voz es muy importante, en el debe haber un tono amable, calmado, dispuesto. De no ser así, el niño puede sentir agresión, rechazo, imposición, incluso si usamos palabras edificadoras, le estaremos enviando un “doble mensaje” y no funcionara. Así pues, hay que practicar un tono firme y claro, dispuesto y amable para el diálogo.
Toma en cuenta que no se pueden esperar resultados a la primera, es muy posible que cuando se empieza este tipo de actitud el niño o joven se desconcierte, sobre todo si está acostumbrado a recibir órdenes o a que se le perdone todo. Sin embargo, si se persiste, poco a poco se lograran ver cambios muy significativos y realmente positivos en nuestra relación con ellos.
Revisado por: Dra. Loredana Lunadei el 13/10/2018
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